sábado, 26 de noviembre de 2016

SÉNECA

Séneca el Joven fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, cuestor, pretor y senador del Imperio Romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de ministro, tutor y consejero del emperador Nerón.


Séneca destacó como pensador tanto como intelectual y político. Consumado orador, fue una figura predominante de la política romana durante la era imperial, siendo uno de los senadores más admirados, influyentes y respetados; a causa de este extraordinario prestigio, fue objetivo tanto de enemigos como de benefactores.  

Para Séneca la felicidad era: 

El alma -se dice- tendrá sus placeres. Téngalos en buena hora, y eríjase en árbitro de la sensualidad y de los placeres, llénese de todas las cosas que suelen encantar los sentidos, después vuelva los ojos al pretérito y, al acordarse de los placeres pasados, embriáguese con los anteriores y anticipe ya los futuros, apreste sus esperanzas y, mientras el cuerpo se abandona a los festines presentes, ponga el pensamiento en los futuros; tanto más desdichado me parecerá por ello, pues tomar lo malo por lo bueno es locura. Y sin cordura nadie es feliz, ni es cuerdo aquel a quien le apetecen cosas dañosas como si fueran las mejores. Es feliz, el que tiene un juicio recto, el que está contento con las circunstancias presentes, es feliz aquel para quien la razón es quien da valor a todas las cosas de su vida. Los mismos que dijeron que el sumo bien es el placer, ven en qué mal lugar lo habían puesto. Por eso niegan que se pueda separar el placer de la virtud, y dicen que nadie puede vivir honestamente sin gozo, ni gozosamente sin vivir también con honestidad. “No veo cómo pueden conciliarse estas cosas tan diversas. ¿Por qué, decidme, no puede separarse el placer de la virtud? ¿Sin duda porque el principio de los bienes reside siempre en la virtud, y también nacen de sus raíces las cosas que amáis y apetecéis?”. Pero si fueran inseparables, no veríamos algunas cosas agradables pero no honestas, y otras, en cambio, virtuosísimas pero ingratas, y que se han de realizar entre dolores. 





El budismo dice que su mayor fuente es apreciar a los demás: cuidar del bienestar y la felicidad de los otros con amor y compasión. El opuesto directo de ello, estar preocupados sólo por nosotros mismos de forma egoísta, únicamente conduce a la infelicidad. Hace que nuestra mente y nuestro corazón estén cerrados y estrechos. A través de la preocupación centrada en nosotros mismos, experimentamos soledad, depresión y somos profundamente infelices. Apreciar a los demás nos conecta con ellos, nuestro corazón se abre y se llena de sentimientos cálidos. Incluso nos sentimos mejor físicamente. Al interesarnos por la felicidad de los demás, tratamos de ayudarlos tanto como podamos y evitamos hacerles cualquier cosa que pueda causarles daño. Esto da como resultado amistades confiables; tener buenos amigos hace que nuestra vida sea más significativa. Con el apoyo emocional de familiares y amigos, encontramos la fortaleza para lidiar con lo que suceda en la vida.

Ejercicio hecho por Cristina.

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