Hace algunos días en literatura universal leímos uno de los
poemas de este escritor líbano. Este en cuestión trataba sobre la relación entre
las distintas generaciones. Se dirigía hacia los progenitores de esos hijos,
que “no son sus descendientes”, sino “hijos de la vida”. De esta manera,
pretende concienciar a aquellos llamados “padres-helicóptero”, a que no
sobreprotejan tanto a sus hijos, pues ellos tienen que vivir su propia vida, al
igual que los padres lo hicieron. Es por esto que, tras haber dado multitud de
consejos a estos padres, como “darles tu amor, pero no tus pensamientos”,
concluye con los siguientes versos: “Deja que la inclinación en tu mano de
arquero sea para la felicidad”.
Personalmente, opino igual que Gibran. Los padres sí que son
una muy buena ayuda para que nosotros salgamos adelante, pero incluso en ese
camino, deben dejar que solventemos los problemas que se nos arriben por
nosotros mismos, o si no nunca tendremos esa autonomía, y dependeremos siempre
de alguna fuerza superior a nosotros para que nos guíe.
Además, el intento de nuestros padres porque nos parezcamos
a ellos resulta un tanto ridículo, porque la vida avanza y se desarrolla. Y el
que nos inculquen sus pensamientos sólo hará que sigamos sin avanzar en nuestro
camino para alcanzar nuestro objetivo en la vida
No hay comentarios:
Publicar un comentario